[Hace cinco años de esta publicación… y todavía el reguetón]
Corresponde a cada época una expresión musical, un ritmo, un corpus sonoro que, de manera particular, va describiendo con notas ese lapso de tiempo, la armonía de ese reino, de esa sociedad y por supuesto, de su gente. ¿Acaso tras la voz del Benny no se dibuja automáticamente un cuadro perfecto de los intensos años cincuenta todo sombrero y bastón? Históricos ritmos que, orgullosos, evocan el esplendor creativo de otros tiempos.
¿Y no serán los tiempos los que orgullosamente ostentan esos ritmos? –pregunta mi letra para después soltar su lengua de molde-. Ay, mi madre, si Benny Moré resucita y pasa por aquella gasolinera donde me detuve por casualidad, se vuelve a morir al escuchar aquel tema que reza: “Tifón, controla a Carmina”. (dos de los personajes de esa “Avenida Brasil”, la telenovela de turno, que hoy recorre La Habana en sus capítulos finales).
Cuidadito compay gallo, cuidadito. Seamos justos. Vayamos un poco más allá del regueattón y la enquistada superficialidad/vulgaridad de sus letras. Me siento frente al televisor y veo listas de hits en los respectivos programas de corte musical. Lo más pega´o, lo más escucha´o, lo más… Baladas románticas, bachata, música pop en evidente proceso de hibridación, ¿o debería decir idiotización?
(Ningún programa se ofenda, por favor, está claro que no pueden promover lo que no se está haciendo.)
Pero, ¿qué modelo de mujer enarbolan esos temas como “ganancia” en la lucha por la igualdad de género?: ¿“Soy yo la que trajo el DVD”? ¿Por qué tipo de pareja apuestan?: ¿“Papi tú estás loco… mami tú estás loca”? ¿Cómo llegan estos temas a los medios? ¿Por qué nadie les hace el favor de revisarles la desastrosa gramática de sus lyrics? Digo lyrics para estar a tono con los patrones que se siguen, más allá de los ritmos, en las respectivas realizaciones audiovisuales.
Hace unos días retransmitieron –otra vez- una de mis películas cubanas favoritas Una novia para David. Y gustosamente volví a mi nostalcolía –mezcla de nostalgia y melancolía- en la escena del bar donde Elena Burke canta deliciosamente “Ámame como soy” mientras yo me pierdo en el recuerdo (que no es mío) de un tiempo (que ni remotamente viví). ¿Cómo es posible que un tema de Pablo junto a una interpretación de Elena logren algo así?
Luego pienso en mi tiempo. Miro hacia adelante a grito pelado y desesperada: ¡qué música marcará esta época nuestra! ¿Qué ritmos habrán de exhibir “orgullosos” mis tiempos en el futuro? ¿Ni siquiera nos nacerá, entre toda esta música chatarra, una Rita Montaner, aunque sea pequeñita? ¿otra Celia Cruz, otro Pablo/Silvio, otro Juan Formell? ¿Nos eternizaremos ante los ojos del mundo –nada peyorativo mi comentario- solo con el Buena Vista Social Club?
¿Con estos tumba´os de moda que suenan por toda la isla, sus repetitivos sonidos de base y letricas que repiten las palabras “vivir”, “fiesta”, “bailando”? Temas que se olvidan fácilmente cuando llega la siguiente pegada con gafas de sol, shorcito corto y gorrita ladeada. Si esto es lo que más se fabrica porque es lo que más se consume y proyecta en la TV y en vista de que la originalidad languidece: ¿Qué derroteros tomará en lo adelante la música en Cuba?
Por toda respuesta pasa por mi calle un carro anunciando por el altoparlante un concierto de El Misha en la Tropical. Alguien escucha a no sé cuál señorita en el celular. Mi vecina limpia al ritmo de “Aquí hay que volverse un puerco” y oigo dos vulgarcitas saludándose con un tema de Los desiguales: “¡Dale cintura a esto que todo está perfecto!” ¿Quién puede estar tranquila con tanto ruido en el sistema.? ¿Será verdad entonces… eres tú la música que tengo que cantar?