El hambre del cuerpo y el hambre del espíritu, por Liz Oliva Fernández

Sin lugar a dudas ella es de “los que nunca fueron a la guerra, de los que nacieron con la cicatriz de esta ciudad y el asfalto en los pies, y unas ganas tremendas de ver el mundo”, de las que todavía se preocupa por alimentar su espíritu, pues eso fue lo que le enseñó leer a Onelio, y posteriormente, vivirlo.

Con su nombre y su Cuerpo Reservado, y la vez público devela en cada historia que nos narra el sentir de muchos de los noveles escritores cubanos por el tiempo que les tocó vivir. Pues así es Dazra Novak, una joven que antepone su calificativo de narradora antes del de Licenciada en Historia. Y es que el arte de narrar le ha demostrado que toda persona encierra un mundo en sí mismo, lleva en sí nuevas pasiones, secretos, ideas, sueños. Pero…. esto no lo ha aprendido sola, sino de la mano de aquellos que hicieron que reconociera la escritora que lleva dentro.

Por los relatos “Matadero” y “Alguien se ha robado los cacatillos” ha sido galardonada por dos veces consecutivas con menciones en el Premio Iberoamericano de cuento Julio Cortázar. Y es que nadie sabe cuál es el límite de esta escritora, para quien el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso fue su punto de partida.

Desde la fundación del Centro Onelio por Eduardo Heras León, Ivonne Galeano y Francisco López Sacha en 1998 ¿Es posible afirmar un aumento en el nivel y mejoramiento de la calidad de la narrativa cubana?

Es esta una pregunta difícil, más bien para investigadores y críticos, pero yo intentaré responderla desde el punto de vista del escritor, puesto que ficcionar es mi actividad principal aunque con bastante frecuencia me asome críticamente al trabajo de otros. Por todos es sabido que el oficio de escritor es solitario, un trabajo que la mayoría de las veces, por no decir siempre, anda cuesta arriba antes de ser publicado, leído y luego de cierto bregar, reconocido. En ese sentido, el Centro Onelio ofreció desde el principio un espacio neutral, un núcleo alrededor del cual orbitar a fin de mostrar los trabajos propios, incorporar teorías, orientarse en medio de las lecturas necesarias, incluso, acceder a alguna que otra publicación temprana. A mi modo de ver, aumento en el nivel y mejoramiento de la calidad son medidores más efectivos cuando hablamos de servicios, pero al hablar de literatura mejor acotar que, gracias al Centro Onelio, se ha ampliado el diapasón de voces y se han abierto paso otros estilos. Pienso que la narrativa joven cubana ha ganado lugar en la literatura del país mostrando con honestidad sus puntos de vista y sobre todo las preocupaciones estéticas de hoy. No debemos olvidar que, ante todo, la obra de escritores (y artistas) es vivo reflejo del tiempo que les tocó vivir.

En el caso específico de tu obra, ¿crees que el paso por el Onelio marcó un antes y un después? ¿Por qué?

A diferencia de otros escritores, en mi caso no hubo un antes y un después, yo tuve en el Onelio algo así como mi punto de partida. Antes yo había escrito cientos de poemas impublicables –de tan malos-, con los que torturaba a mis amigos más cercanos y a mi familia. Al ingresar al Onelio en narrativa apenas si contaba con poco más de tres cuentos, que ni cuentos eran, honestamente llamémosles textos. A la sombra y en una esquinita estuve durante todo el curso, observando, escuchando, analizando, decidiendo lo que quería y lo que no quería para mí. Luego trabajé algún tiempo en la subdirección y crecí en otros sentidos hasta convencerme de que, pensándolo bien, quizás yo sí era escritora. La oportunidad que me ofrecieron de hacer trabajos de corrección y edición (aquí le debo muchísimo a Ernesto Pérez Castillo, subdirector en aquel entonces) me formó y capacitó para abordar la escritura -en general y la mía propia- de manera mucho más crítica y también algo que nunca olvidaré, las deliciosas conferencias de pasillo con el chino Heras, todos los días, a la hora del almuerzo.

El Centro fue creado con el objetivo de ofrecer a los mejores talentos jóvenes del país los conocimientos teórico-técnicos y la experiencia práctica para afrontar el oficio de la literatura con el rigor necesario, ¿cuáles son las herramientas que aportan los cursos para garantizar el cumplimiento de ese objetivo?

En el Centro Onelio se imparten clases, conferencias de especialistas en diversos temas, se da la posibilidad de imprimir textos, de tener información sobre concursos nacionales e internacionales, tiene una biblioteca especializada, una sala de navegación de Internet, publica en su revista El Cuentero las propuestas de los egresados. El Centro trae jóvenes desde los más recónditos lugares del país –muchos de ellos no conocían La Habana- y les pone (tengo entendido que para este curso dolorosamente no hubo presupuesto y usaron otro soporte) en las manos un libraco gordísimo Los desafíos de la ficción (técnicas narrativas) 1” —al que todo el mundo le cae atrás pero ese libro no se comercializa, fue concebido para los estudiantes— con valiosísimas teorías de escritores como Cortázar, Vargas Llosa, García Márquez, Mempo Giardinelli, Bioy Casares, Carpentier, Fitzgerald, Kundera, Borges y tantos otros. En el curso hay que hacer ejercicios creativos, criticar constructivamente y aprender a recibir críticas, abordar de otro modo la literatura. Heras inicia siempre con su conferencia de la evolución de las Técnicas Narrativas y ya desde ahí, desde el primer día, empiezan a organizársele a uno las lecturas y la vida.

¿Cómo funcionó y qué de provechoso tuvo el intercambio con los escritores extranjeros que participaron en el primer Festival Internacional de Narradores Jóvenes que se realizó en La Habana?

En el primer Festival Internacional de Narradores Jóvenes se trabajó muchísimo. ¿Imaginas un escritor (quien por lo general anda con la cabeza entre las nubes) llevando presupuestos, temas de transporte, alojamiento, insumos, horarios de salas? ¿Imaginas un escritor haciendo trabajo de producción? Del equipo de trabajo, Ivonne Galeano (coordinadora) y Mariela Hechavarría (administradora) eran las de paso más firme allí, los demás estábamos fritos. Ninguno de nosotros había organizado antes algo así y constituyó todo un reto, hubo que aprender sobre la marcha, pero pienso que cada uno se creció ante la tarea que le tocó. Fue más que provechoso en tanto tuvo lo que se esperaba en el sentido del diálogo con los homólogos de otros países, con el abordaje de otras teorías, formas de creación, crítica, técnicas, lecturas, lazos de amistad. Es una pena que aún no se haya organizado el segundo. Si se organiza el segundo, yo me anoto seguro.

Muchos de los egresados del Centro Onelio expresan que “en sus cursos no sólo se forman mejores narradores, sino también mejores seres humanos, que sin dudas contribuyen al crecimiento espiritual de la nación”, ¿cuál es tu opinión al respecto?

Esas son hermosas palabras de Heras que nos apropiamos la mayoría. Palabras que su vez nos remiten al propio Onelio Jorge Cardoso, en aquel bellísimo cuento “El caballo de coral” cuyo personaje principal, un pescador de langostas, termina convencido de que “el hombre siempre tiene dos hambres”. (El hambre del cuerpo y el hambre del espíritu). Después de graduarse uno en el Centro los libros no se abordan de la misma manera, y el mundo, por ende, tampoco. Nuestras lecturas se vuelven más profundas y, si bien no es obligatorio ser graduado del Centro para llegar a ello, allí uno “aprende a ver”, tal como hace el personaje de Onelio que pasa de ser un simple pescador a un pescador que logra “ver” un caballo de crines rojas sonando sus cascos por debajo del agua (aunque en realidad los ve reflejados en los ojos de otro hombre). Está claro que todo goce estético hace de cualquier persona un mejor ser humano (nos hace más sensibles, más completos), imagina entonces cómo no va a ayudar el Centro Onelio a un país donde, de tan prácticos, nos hemos ido quedando varados en eso de solucionar el hambre del cuerpo, y hemos casi olvidado el hambre del espíritu.

¿Cuál es la mayor deuda que como escritora y ser humano tienes con el Centro Onelio?

La mayor deuda en todo sentido es el impulso que me dio para reconocerme como escritora, hasta haberme decidido a escribir en serio. Si yo no hubiera pasado el Onelio, probablemente hoy no existiría Dazra Novak, o quizás sí, pero estoy casi convencida de que tendría un detonante fortuito, del tipo “uno entre mil”.

¿Según tu criterio cuál sería la mejor forma de celebrar los 15 años de vida del Centro?

Sería buenísimo si pudieran estar todos, absolutamente todos los graduados, presentes, a la hora de la celebración (como que lo conozco, esto desde la perspectiva de Heras sería el mejor regalo), pero somos tantos y algunos viven tan lejos (incluso fuera del país) que suena a quimera. Mejor celebrarlos justamente como lo celebramos, algunos presentes (los que siempre estamos y los que decidieron estar), otros dando el más sincero agradecimiento desde la distancia que no es tal, cuando se recuerda una gran experiencia.

Si tuvieras que describir tu estancia allí con una sola palabra, ¿cuál sería?

He tenido tres estancias, y más que describir te diré una palabra por cada una. La primera (como estudiante): oportunidad. La segunda (como parte del equipo): hogar. La tercera (por escritora y alguien que sigue estando aunque ya no trabaje allí): sentimiento.

[Tomado de La jiribilla, 2014]