–»Cuerpo reservado» (Letras Cubanas, 2007) y «Cuerpo público» (UNION, 2008), tus dos primeros libros, son dos cuadernos de cuentos. Los considero como una suerte de mapa personal o mapa del cuerpo. Pero esas son mis impresiones. ¿Qué son para ti?
Cada texto es un ejercicio escritural, acaso una ruptura de silencio y sí, de dónde salen las voces sino de nuestras experiencias, de ese juego constante con el tiempo. Lo que fue, lo que es, lo que pudo haber sido, eso que aconteció a alguien más y, por suerte o desgracia, no a nosotros. En cualquier caso son mis primeros pasos, imperfectos, como debe ser.
–Hay un tercero inédito y es una novela. ¿Cómo se titula? Sé que en ocasiones un resumen no le hace mucho honor a una obra, pero me gustaría que te atrevieras a resumir de qué va este libro.
El pretexto de Making of es un documental que se filma en Cuba, pero esto es apenas la mampara tras la cual el equipo de filmación escenifica una realidad otra, fragmentada, llena de peripecias absurdas y trasnochadas, una realidad que manipula a estos personajes y los lleva a replantearse sus vidas, o no. Making of es un experimento.
–Llevas una bitácora personal en Vercuba (www.vercuba.com). En ella has ido publicando textos breves sobre lugares y personajes de La Habana. ¿Qué es para ti La Habana?
La Habana de hoy es movimiento. Algunos pasos adelante, algunos atrás, a veces movimientos en círculos. La más de las veces el balanceo ininterrumpido de mi sillón en esas tardes donde puedo ser yo misma, y entonces escribo.
–También me gustaría saber qué no es para ti La Habana.
La Habana de hoy no es acción.
–Algunos lectores saben que Dazra Novak es un seudónimo. ¿Por qué elegir un seudónimo, cómo opera esta decisión en tu escritura –en tu vida?
Algunos le llaman seudónimo, para otros es un nombre artístico. Para mí es ese otro dentro de mí, esa que escribe y que tantas veces pone en aprietos a la otra que soy. Dazra escribe y a mí me toca pagar los platos rotos. ¿Quién es Dazra Novak? Te confieso que no sé si es hombre o mujer porque cuando lo soñé solo estaba el nombre escrito, creo que edad no tiene, yo, en cambio, respiro, reposada en la más común de las existencias. Muchas veces me preguntan en las presentaciones ¿cómo quieres que te llame? ¿por Dazra o por tu nombre real? Ahora que lo pienso a Dazra nunca le preguntan ¿cómo quieres que te lea?
–Defíneme fuga, huida.
Pronuncio “fuga” y asocio “cobardía”, veo calles estrechas y alguien que es perseguido. En una huida, si bien más poético, alguien guarda silencio para no ser descubierto (puede que solo hasta más tarde). Pero, ¿cómo juzgar si en ello va la vida?, no son tiempos de héroes y nada más cobarde que una definición.
–Hay un verso que reza: «Al lugar donde fuiste feliz no debes jamás regresar». ¿A qué lugar sí regresarías?
Al lugar donde nací, la callecita que desemboca en el bar La Terraza donde Hemingway solía beber, en Cojímar. A la casa de campo de mis abuelos maternos, con un terreno inmenso lleno de árboles frutales, a pocos metros del mar, en Granma.
A La Habana.
–En referencia a (ver entrevista en La Jiribilla), ¿qué significa hacer literatura?
Te contesto con un fragmento de diario:(…)
Escribir un cuento, una novela, un libro, es como fabricar un reloj. Uno junta piezas, ruedas dentadas, palancas, poleas, crea un mecanismo y lo cierra, lo echa a andar. Uno puede prever, con mayor o menor margen de error, según la experiencia acumulada, si el reloj funcionará. De ahí que algunos textos/relojes den la hora exacta, otros se atrasen mientras están los que se adelantan a su tiempo. También están los que, quizá por una jugarreta del destino, se quedan detenidos como fósiles museables, como textos/relojes de academia. Algunos son concebidos para hacer deportes, otros son de lujo, los más son prácticos, elegantes, a la moda, baratos para quienes tienen bajo poder adquisitivo, o más costosos. A veces el mercado trata de rescatar modelos antiguos, o se dispara hacia lo futurista. Hay textos/relojes de colores y relojes/textos sobrios. Algunos los guardamos por su valor sentimental aunque en el fondo sepamos que, materialmente hablando, no son la gran cosa. Algunos nos llegan de la mano de alguien, otros, los adquirimos nosotros mismos, quizá porque miramos detrás de las vidrieras y pensamos este va conmigo. Es dura la profesión de relojero. Ser relojero es tan difícil como ser padres. Los textos/relojes, como los hijos, salen a caminar por el mundo, solos, a hacer su propia vida. Cuando regresan un día son los mismos por esa capacidad de los padres de ver a los hijos siempre pequeños, pero vienen cambiados. Y uno mira al hijo texto/reloj, lo ve venir como el reflujo de la ola que se había retirado unos instantes para regresar ahora más grande, con más fuerza, y qué importa si es deportivo, o de lujo, o de academia, que a los hijos se les ama, no importa lo que sean. Y uno lo ve en la muñeca o bolsillo de un extraño, tan cerca y a la vez tan lejos. Qué decir, ese momento es todo emoción, apenas si uno acierta a abrir la boca para preguntarle al extraño qué hora tiene, a ver qué tal.
(…)
–A propósito de los exergos de tus dos libros publicados te pregunto:
1. ¿Cómo se debe vivir?
Con sinceridad.
2. ¿De qué te arrepientes?
Del tiempo perdido.
3. ¿De qué no?
De intentar una segunda vez, por si acaso.
4. ¿Qué hacer con el mal?
Conocerlo a fondo, así se reconoce más fácilmente cuando le da por aparecer.
–Por cierto, ¿de qué hablamos cuando hablamos de literatura cubana escrita por jóvenes?
Hablamos de la realidad de hoy en todos sus matices, imperfecciones, incluso los lastres como secuela del pasado, realidad que, por supuesto, no es igual a la de otros tiempos justamente porque nunca son los mismos tiempos. Esto último es algo que a mucha gente le cuesta entender. Lástima.